Charlene Wittstock debería ser por estas horas una de las mujeres más felices del mundo: acaba de convertirse en princesa y tiene asegurada una vida llena de lujos, viajes y excentricidades.Sin embargo, la flamante esposa del príncipe Alberto II parece estar viviendo el drama más real de su vida: ser la mujer de un príncipe con poca popularidad, poco atractivo y muchos secretos.Pocas horas
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